Wednesday, September 27, 2006

The Pill (zen) o "esto funciona en la práctica pero, funciona en teoría?"


Se dice de muchas cosas, que se sabe cuando parten pero no cuando terminan. Este refrán, como todos, tiene un ámbito de validez consistente en servir como consejo para evitar subirse por el chorro, cebarse, calentarse más de la cuenta, todo dicho en buen chileno como malamente dicen ahora los rostros más maquillados del espectáculo.
Con la vida en cambio, pasa que no se sabe ni cuando empieza ni cuando termina. De estas dos polémicas es más acuciante en los mercurios que corren la primera: cuándo empieza la vida humana, queriéndola como la queremos.
Sirva esta pildorita para impedir o abortar (cuestión pendiente todavía) algunas malas ideas al respecto.
Sólo ante el desorden todas las opiniones son legítimas. Si no entiende el asunto, discurra sobre él en la privacidad cariñosa y malcriadora del desorden. Venga, anídese aquí.
No se aceptan las presunciones. No es procedente decir que no se está vivo hasta que se demuestre lo contrario. Tampoco que “por la mirada que tenía la Caro se cachaba al toque que estaba embarazada cuando se tomó la pastilla”. Insidiosas.
Todas las muertes son un alivio. La vida es un agobio también para el que está por nacer y pudiera tener que llegar a permitírsele manifestar su consentimiento en la propia muerte mediante un cierto número de patadas al interior del cuerpo materno.
El desorden condena por último, cualquier tipo de discriminación y repudia la prohibición tácita formulada por la derecha reaccionaria a las quinceañeras de levantarse el llámper hasta donde ellas estimen conveniente para sentir las mismas cosquillas que sienten las adultas de los barrios más altos y los instintos más bajos. Y es que la píldora y no la cuarentona de Arjona parece ser la amalgama perfecta entre experiencia y juventud.

No falta el patriota bienintencionado que se estará preguntando qué hubiese pasado si nuestra madre patria hubiese tenido a su merced la pildorita esa. Qué hubiese sido de Chile. Para él, el grito, el grito, grito: Viva Chile mierda… si es que ya se produjo la concepción.

Monday, September 11, 2006

¡A Preparar las aves!

Primero fue Alejandro Magno, después Cortés. A quemar las naves gritaron, en sus respectivos idiomas, desdoblados, cediendo a la sensualidad de sus propias palabras. Se trataba, no sólo de virilidad retórica sino de conducir el comportamiento de sus guerreros. Si llegando a la orilla enemiga, se hace leña del árbol hecho barco, entonces la idea de retroceder desaparece del mapa de las posibilidades y los apetitos, y la batalla se hace obligatoria, deseable como los pies forzados, lo mismo que mantenerse vivo. La anécdota sirve como consejo dirigido a los oídos de los guerreros urbanos para que rompan con su pasado, desaten las sogas que los amarran al puerto que promete algo imposible: volver a casa –¡cómo si hubiera una! susurra imperceptible la historia-, revertir el efecto del tiempo, desandar el camino.
El Desorden se pregunta con cierto escepticismo, y con indesmentible hipocresía -porque sabe la respuesta- si no será demasiado mezquino con la idea de batalla, pretender resolverla a costa de hacerla obligatoria. Demasiado mezquino con el futuro –esa perspectiva del presente- desarraigarlo de la tragedia de su arbitrariedad, que llama a mirarlo de reojo, con descreimiento, a sopesarlo con sus sucedáneos, entre los que la muerte y el pasado tienen un lugar garantizado.
La vida del guerrero es distinta a la del general, y los primeros acataron la voz de los segundos. Como Ulises se ataron al mástil de lo forzoso, aunque a diferencia de éste, en cumplimiento de designios ajenos. Terminaron ganando las batallas.
El desorden ha tenido por correcto preferir ceder ante las sirenas que ante los mástiles, ante la derrota trágica, que ante el triunfo nimio y en este setiembre patriota llama a reconsiderar la cesión de territorios costeros a Bolivia y el derecho del Chino Ríos a jugar entre los veteranos. Qué se yo, a perder un par de batallitas. ¡Viva Chile Mierda!... si es que resulta lo más prudente.

Monday, September 04, 2006

No!minalismo

Los expertos del humor han aguzado su sentido de la comicidad para ver en la excomunión de Plutón del grupo de los nueve planetarios una manifestación flagrante de discriminación en razón de tamaño. Aquellos que tienen la cintura como centro de gravedad humorística han gozado de lo lindo y en las oficinas más céntricas no falta el revoltoso que improvisando una reunión de expertos a la hora de la colación quiere quitarle la categoría que le corresponde al miembro de algún desafortunado colega por estos mismos motivos. El desorden, siempre fiel a su segunda opción, tiene por obvio ver en la noticia plutoniana un signo más de la influencia de la metaética que guía la ardorosa lengua de Pamela Díaz (esa que, por lo pérfida y nociva, si el desorden no se equivocare tanto, debiera estar casada con un róxtar de envergadura), a saber: decir las cosas por su nombre, tener la lengua depilada, cantar la pulenta, etc. ¿Habrá pretensión más esencialmente esencialista– la idea de pretender que la esencia del ser queda atrapada en su designación lingüística- que la de arrogarse competencia internacional para rebautizar a un planeta? ¡Claro que sí!, ofenderse o padecer de nostalgia prematura por la ausencia de Plutón, al enterarse de la noticia.

La cultura infantil, de la que el desorden jamás se hará cargo, tiene como táctica archi recurrida la réplica "el que lo dice lo es". Parecen comprender bien los niños que, en tiempos como los que corren, los objetos, pero también las personas, suelen estar atadas existencialmente a los nombres que las designan, y en base a una (i)lógica refleja (absurda pero santa) tratan de revertir el efecto adjudicándole el calificativo al emisor del mismo. Todo esto en el afán de prevenir (mediante la amenaza esa de “si se lo dicesa otro, te lo dices a ti mismo”) constantes redefiniciones de personas sensibles con reticencia a las metamorfosis.

En este caso, bueno hubiera sido que los expertos, en razón de la amenaza infantil comentada y so pena de ser ellos mismos despojados de su calidad de científicos, se hubiesen abstenido de reconstituir la esencia del ex planeta, nuevo planeta enano (nombre discriminatorio allí donde los haya, se estará diciendo Legrand, don Coco), aunque sólo hubiese sido para inhibir una que otra ironía radial, impedir la publicación de este post, o para el sosiego espiritual de la fiera vip.

Lo dice (y lo es) el desorden.